lunes, 19 de mayo de 2014

Hablamos de una evaluación ética

Francesco Tonucci: Frato

La actividad evaluadora como parte de la realidad educativa está presente en todos los contextos y es una tarea a cumplir como parte de la labor docente. Sin embargo, dicha práctica corre el riesgo de convertirse en un mecanismo de control por parte del evaluador, si es que no se vuelve la mirada, ni se cuestiona el propio sistema a partir de una revisión de las propias prácticas docentes.

¿Cómo saber que los alumnos realmente saben? Cómo saber que realmente están aprendiendo, si incluso se percibe que parte del trabajo en clase está destinado a preparar a los estudiantes para la evaluación más que destinado al aprendizaje.

Nos dice Tonucci que el profesor no es el saber sino el mediador del saber. La relación entre saber y poder ha sido más que estudiada por Michael Foucault quien señala que los sistemas de poder generan los tipos de sujetos que necesitan para legitimar su permanencia y que a su vez éstos definirán identidades que sirvan para el control de los sujetos. Entonces quién uno sea dependerá de lo que la socialización pretende o determina quién sea.   Sí, vigilar y castigar. En términos de evaluación: “El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona.”

Por tanto, no resulta extraño que se termine asociando a la evaluación con verbos como etiquetar o clasificar. Cuando la evaluación pierde la perspectiva ética, que en teoría es inherente a ella,  se tiende a abusar del poder y a expulsar del sistema a quienes no encajen. Perrenoud señala que a partir de la evaluación se desprenden los juicios valorativos que dan lugar al éxito o fracaso escolar.  

Asimismo,  hay que tener en cuenta que los aprendizajes no se pueden programar de manera mecánica como si fueran productos de una fábrica, en la misma medida que se pretende una evaluación más humana que técnica.  Una evaluación ética, aspira a una objetividad aunque ésta en la mayoría de los casos no llegue a cumplirse, pero que implica permanecer siempre alerta a los prejuicios y etiquetas para que dichos sesgos no afecten a la evaluación. 


Referencias bibliográficas

Foucault, M. (1999). Vigilar y castigar. Barcelona : Círculo de Lectores. Pág. 274.
Perrenoud, Ph. (1996). La construcción del éxito y del fracaso escolar. Madrid: Morata
Tonucci, F. (1990). ¿Enseñar o aprender? Barcelona: Graó.

Bonus

Noam Chomsky sobre evaluación: "Los exámenes pueden ser una herramienta útil si contribuyen a los fines constructivos de la educación, pero si sólo se tratan de una serie de obstáculos que hay que superar pueden no tanto carecer de sentido como distraernos de lo que queremos hacer."

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